viernes, 2 de septiembre de 2011

Tres pasos para olvidar

Mientras caminaba por la calles de Valparaíso, un flash back de 6 años trasgredió mis pensamientos “aquí fue… donde todo comenzó”, el lugar no ha cambiado en lo absoluto, como si el tiempo no lo tocara, como si los años por ahí no pasaran.
Movido por la nostalgia me acerco al antiguo kiosco azul de pintura descascarada que está en la esquina de la cuadra y compro 5 galletones por 100 pesos, una maquina del tiempo hacia mi infancia, cada bocado de esta crujiente galleta envuelta en chocolate, revivía la tristeza de un niño que soñaba con lo que hoy es realidad… “este es el lugar” y me decido a entrar, frente a mi un añoso ascensor con su fiel ascensorista que a mí parecer debe ser tan añoso como el ascensor, junto a el las escaleras de peldaños grandes y baranda de metal (la cual se convierte en mi opción), piso a piso sigo los peldaños sin descansar, al llegar al quinto piso una gran puerta de color café me indica que aquel es el lugar, la oficina de asistencia judicial.
Me acerco al primer mesón que se encuentra a mi derecha, la secretaria estaba arreglando unos documentos al parecer importantes ya que ni siquiera me ha notado, la saludo y ella responde “buenos días ¿en qué lo puedo ayudar?” dando la partida a mi discurso previamente ensayado,“bueno, resulta que yo tuve un caso aquí hace 6 años, el cual resulto bien, el punto es que ahora vivo en Santiago y fue allá donde termine con mi caso y lo que realice acá fue clave para que el juez fallara a mi favor, entonces vine para acá porque quería agradecer” me mira con extrañeza, no se si fue por lo enredado para expresar mi idea o si es extraño que alguien venga a agradecer a la oficina después de 6 años “¿recuerda el nombre del abogado?”, “si, Marion, pero sólo el nombre, el apellido se me borro totalmente”, la secretaria me dice que ella ya no trabaja ahí, pero si quiero puedo pasar a dejar el agradecimiento con el abogado a cargo de la oficina, se levanta de su silla y me indica que la siga, nos dirigimos al pasillo que está a la izquierda del mesón, nos detenemos en la tercera puerta a mano derecha, ella toca la puerta y una rasposa voz nos da la venia para pasar, “El joven viene a agradecer”, el abogado es un hombre mayor, yo diría que tiene unos 65 años viste un terno de color café y una corbata azul con pequeñas líneas blancas, detrás de él por sobre su grisácea cabeza un retrato de gran tamaño del actual presidente de la república y a su izquierda bajo la ventana una pequeña mesita con un florero vacío, el resto de la oficina se podría resumir como estanterías las cuales son prácticamente las dueñas de este espacio, estando distribuidas de tal manera que se me hace imposible pensar como se las arreglara la persona del aseo para realizar una limpieza profunda en este lugar, el abogado me invita a tomar asiento y me pregunta cual fue mi caso, nuevamente al igual que la vez anterior, recito la explicación pre-ensayada de mi caso en esta oficina, el abogado adopta una actitud pensativa como si estuviera buscando algo dentro de su cabeza y luego dice en tono de repaso “repudio, Marion, 6 años atrás…creo que se donde está tu expediente”, se levanta y se dirige a uno de los estantes revisando a gran velocidad los títulos de cada una de las carpetas, “aquí está” vuelve al escritorio “mantengo todo en un perfecto orden, por lo que me es posible encontrar archivos bastante antiguos, sin mayor complicación”, saca un documento y me lo muestra, era mi caso un “repudio de paternidad”, gracias a esto actualmente en mi partida de nacimiento está escrita una nota que dice que yo niego a mi progenitor como padre (este es el primer paso de tres que cambiarían mi vida), “si viajó hasta acá para agradecer, esto quiere decir que lo logro”, sí, lo logré”, se lo explico con lujo y detalle y le muestro mis dos carnet el antiguo y el nuevo, los mira y dice, “en estas dos tarjetas plásticas hay un antes y un después, te felicito tu incansable esfuerzo dio fruto” la conversación se alargo un poco más mientras el registraba mi agradecimiento, luego me despido y me retiro del lugar.
Hoy es mi cumpleaños y como es costumbre desde hace 3 años, en mi cumpleaños el hombre que descaradamente se hace llamar padre, se digna a tomar su teléfono y llamar, (hoy no fue la excepción) miro mi celular, tomo aire y contesto, con una voz de perro apaleado me desea feliz cumpleaños y pregunta como he estado, guardo silencio por un momento para calmar la euforia y le digo “Casi 20 años persiguiendo tú olvido, viviendo en amargura, odiándote y aceptando la realidad… otra persona ocupo tú lugar y a él sueño con honrar, entregándole las glorias que merece y cuartando tú linaje ya que en mí no crecerá, YA NO SOY TU DESCENDENCIA, porque de ti sólo recibí ausencia…y por eso desde hoy no te vuelvo a nombrar, de mis labios se borra tú nombre para siempre… Padre no es aquel que te engendra, padre es aquel que contigo esta toda tu vida.”. Corto el teléfono sin esperar respuesta alguna mientras me regocijo por mi obra de tres pasos exitosamente concluida; repudio de paternidad, cambio de apellido y que se entere de mis propios labios que él ya no existe para mí.
Contemplo la hermosura de mi puerto querido desde el mirador 21 de mayo, el día de hoy he vuelto a nacer, el antiguo apellido se borra y con el todos los malos recuerdos, hoy me siento satisfecho, aliviado y por sobre todo feliz…

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